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A veces desde pequeños, nos enseñan a
pensar más que a sentir, y es así que aprendemos a valorar el pensamiento por sobre
los sentimientos, para después hallarnos siendo participes de lo que no nos
gusta hacer. Ciertamente, hay situaciones dotadas con aquello que se debe
hacer, o necesita que alguien lo haga, nos guste o no, sin embargo, es meritorio hallar hasta en las vicisitudes,
una forma para acordarte que disfrutes de ti.