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El problema fundamental de las filosofías indias en torno al Yo (ego) es la fragmentación de la entidad. El mismo viejo "Yo" puede inventarse ser otra cosa e ir tras ello hasta dividirse en un "Yo transcendental" y en otro ordinario; evidentemente la cultura y la tradición tienen mucho peso sobre quienes creen así, como para aceptar que todo ese movimiento es obra de la misma entidad sicológica: el Yo. Esto incluye la adoración al silencio, así como el deseo de avanzar y ser reconocidos para si mismos o por los demás en ese camino al que ellos llaman espiritual, el cual implica la anulación del "Yo inferior" (ego), en pos de una personalidad más compasiva y desapegada, metas por igual inherentes al mismo viejo "Yo" pero más refinado. Es como una transmutación de identidades que ha de ser dolorosa, pues una vez que emergen estas dos personalidades, una de ellas estará destinada a morir.